Tranvías by Hans Olav Lahlum

Tranvías by Hans Olav Lahlum

autor:Hans Olav Lahlum [Lahlum, Hans Olav]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2012-01-23T00:00:00+00:00


* * *

8

Cuando aparqué el coche patrulla y llamé a la puerta de la sede del Partido Popular Socialista, me pareció ver gente en las ventanas de los dos edificios contiguos. No me sentí del todo cómodo con la situación.

Por suerte, esta vez tampoco pasó nada. La puerta estaba abierta. Resultaba casi imposible entrar, por la cantidad de sobres amontonados en el suelo, pero estaba claro que la gente que se encargaba de organizar el material se había tomado el fin de semana libre. Tres de los cuatro escritorios estaban vacíos. En el cuarto, estaba Miriam Filtvedt Bentsen, que revisaba concentrada una pila de documentos, en camiseta y con su sudadera multicolor en el respaldo de la silla. Estaba entregada a los papeles, con un brillo de alegría en la mirada, claramente ajena a mi presencia.

Verla me proporcionó un instante de alegría en un día que, por lo demás, era bastante serio. Enseguida me di cuenta de que había ido allí porque quería verla, no tanto porque tuviera preguntas que hacerle. Sin embargo, nunca me planteé darme la vuelta.

Me vio de repente, pero no se asustó. Su calma me resultó imponente. Me animó mucho ver cómo se le iluminó el rostro y me sonrió más que nunca, al tiempo que dejaba a un lado la pila de documentos.

—Hola, ¿alguna novedad del caso? —me preguntó.

No era la bienvenida más cálida que podía imaginarme, pero resultaba prometedora.

Le respondí que había una novedad que tal vez pudiera comentarle y algunas preguntas relacionadas que me gustaría plantearle lo antes posible. Me apresuré a añadir que tenía que comer algo, pues había tenido un domingo especialmente duro y me parecía que ella también se había ganado hacer una pausa para comer.

La táctica dio resultado. Cinco minutos más tarde, la sede del Partido Popular Socialista estaba cerrada con llave y nosotros habíamos tomado asiento en un rincón de una cafetería que estaba a doscientos metros en esa misma calle. Al salir de la sede, de nuevo me había parecido ver gente asomada a las ventanas de los dos edificios contiguos, pero me había tranquilizado al ver que ella no parecía preocupada por que la vieran conmigo.

—Bueno, ¿qué pasa? —me preguntó, y me miró expectante mientras comía a un ritmo eficiente el menú del día.

Me di cuenta de que me había puesto en una situación delicada. Había hablado tanto con ella durante el viaje a Valdres que no me quedaban muchas preguntas que hacerle sin desvelar más de lo que debería sobre el caso.

Le volví a preguntar si en algún momento había percibido algo que pudiera indicar que había algún tipo de relación romántica o intereses de ese tipo dentro del grupo, aparte de las relaciones de Falko con Marie Morgenstierne y Kristine Larsen, de las cuales ya habíamos hablado.

Pensó la respuesta con diligencia durante unos segundos, pero después negó con la cabeza y me preguntó, como era natural, si tenía motivos para volver a hacerle esa pregunta en ese momento.

La pregunta puso a prueba el dilema al que me enfrentaba.



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